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sábado, 5 de abril de 2014

La Divina Providencia


La Divina Providencia


Oración a la Divina Providencia  (Beata Isabel de Francia)
¿Qué me sucederá hoy, Dios mío? Lo ignoro. Lo único que sé es que nada me sucederá que no lo hayáis previsto, regulado y ordenado desde la eternidad. ¡Me basta esto, Dios mío, me basta esto! Adoro vuestros eternos e imperecederos designios; me someto a ellos con toda mi alma por amor vuestro. Lo quiero todo, lo acepto todo, quiero haceros de todo un sacrificio. Uno este sacrificio al de Jesús, mi Salvador, y os pido en su nombre y por
sus méritos infinitos, la paciencia en mis penas y una perfecta resignación en todo lo que os plazca que suceda. Amén.



Dios conoce tu AYER.
Confíale tu HOY.
Él cuidará de tu MAÑANA.

Oh divina providencia, Oh Dios del amor y de la misericordia, que recompensas a cuantos hacen de padre, de madre o de hermanos para los más necesitados, Oh Dios providente, Oh amor providencial, que cuidas de cada uno de tus hijos con amor de Padre, dame la gracia de vivir siempre abandonado en los brazos de tu providencia amorosa, sabiendo que Tú cuidas de mí en cada momento y que Tú velas por mí. Gracias, Dios amoroso y providente, porque en Cristo, tu Hijo, me has dado un ejemplo para que pueda confiar en Ti y dormir tranquilo en tus brazos divinos, sabiendo que Tú cuidas de mi futuro y te preocupas de todos mis asuntos. Pongo en tus manos mi salud y mi trabajo, mi familia y mi futuro. Todo lo pongo en tus manos. Guíame como buen Padre y dame paz y tranquilidad en todo momento. Amén.


Acto de confianza en Dios (San Claudio de la Colombière)

Dios mío, estoy tan persuadido de que velas sobre todos los que en Ti esperan y de que nada puede faltar a quien de Ti aguarda toda las cosas, que he resuelto vivir en adelante sin cuidado alguno, descargando sobre Ti todas mis inquietudes. Mas yo dormiré en paz y descansaré, porque Tú ¡Oh Señor! y sólo Tú, has asegurado mi esperanza. Los hombres pueden despojarme de los bienes y de la reputación; las enfermedades pueden quitarme las fuerzas y los medios de servirte; yo mismo puedo perder tu gracia por el pecado; pero no perderé mi confianza; la conservaré hasta el último instante de mi vida y serán inútiles todos los esfuerzos de los demonios del infierno para arrancármela. Dormiré y descansaré en paz. Que otros esperen su felicidad de su riqueza o de sus talentos; que se apoyen sobre la inocencia de su vida, o sobre el rigor de su penitencia, o sobre el número de sus buenas obras, o sobre el fervor de sus oraciones. En cuanto a mí, Señor, sólo Tú, eres mi confianza. En Ti, Señor, he confiado y no
seré defraudado para siempre.



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